La escultura de Iván Tovar en Times Square
TOVAR. THE CHAIR. EN TIMES SQUARE DE NUEVA YOR. FOTOGRAFÍA DE LUIS GABÚ (1)
En la Plaza Times Square de Nueva York se ha instalado temporalmente la escultura “Tovar The Chair”, una pieza de 4 metros de alto, en acero inoxidable del artista dominicano Iván Tovar (San Francisco de Macorís, 1942 - Santo Domingo, 2020). Dos figuras desnudas entrelazadas son la interpretación de aquella silla de formas curvilíneas y sensuales plasmada en el óleo del mismo tema fechado en 1969. En esta ocasión la idea de ubicar este gran objeto simbólico en una de las zonas de mayor bullicio y color de la ciudad surgió gracias a la iniciativa de la Fundación Iván Tovar de Santo Domingo y sus activos impulsores, Daniela Tovar, María Castillo, Héctor José Rizek y Yuri Ruiz. Y coincide con la celebración del Mes de la Herencia Hispana y la conmemoración del primer centenario de la proclamación del Primer Manifiesto del surrealismo publicado en octubre de 1924. La sorpresa que produce la visión de la escultura plateada que entra en dialogo con el entorno vibrante de luces y carteles publicitarios y el encuentro con los transeúntes es mayúscula e invita a la inmersión en el universo onírico de Tovar. Resulta conveniente, por ello, recordar el lugar privilegiado que tiene el artista dentro del surrealismo hispano concordante con amplios aspectos de los principios programáticos de sus fundadores.
Tovar se formó en los primeros años en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo entrando en contacto con el pintor Gilberto Hernández Ortega y con el poeta surrealista Franklin Mieses Burgos vinculado a la revista “La poesía sorprendida” (1943) auspiciada por Eugenio Granell, Alberto Baeza Flores y los dominicanos Freddy Gaton y Mariano Lebron Savignon. Veremos, por tanto, que sus comienzos están estrechamente ligados a un territorio que fue esencial en el histórico movimiento cuando André Breton, Víctor Serge, André Masson y Benjamín Peret, a raíz del viaje realizado en 1941 a la Martinica entraron en contacto con las fascinantes culturas caribeñas y los paisajes isleños, en los que encontraron elementos fundamentales para la evolución del movimiento.
Y si bien sus principios tuvieron esa natural imprimación surrealista potenciada por el poso dejado por Breton y su grupo a su paso por República Dominicana, la predisposición se habrá de afianzar a partir del primer viaje a París en 1963 y de la estancia en la ciudad que se volverá inolvidable, donde concurren hechos que le llevarán providencialmente hacia esos derroteros; entre los amigos más próximos en aquellos tiempos se encontraban el escultor cubano Agustín Cárdenas, el pintor Antonio Saura, el fotógrafo Henrí Cartier Breson y Geo Dupín, fundadora de la galería A L`Etoile scellée. Sin embargo, una de las personas que ejerció una mayor influencia en el artista fue el crítico y poeta José Pierre, uno de los primeros en reconocer en la pintura de Tovar determinantes signos de surrealidad afirmando su certeza en el prefacio del catálogo de aquella exposición
El enigmático universo de Tovar está habitado por figuras antropomorfas de acusada tendencia escultórica, de formas ondulantes y sensitivas desenvueltas en un espacio escenográfico, de telón negro. Para descifrar el hermético cosmos es preciso considerar el peso de la poesía; Lautremont, Huidobro, García Lorca y en definitiva la palabra, darán una amplia dimensión a su hacer y en esa consecuencia, a principios de la década de los setenta el artista crea un alfabeto propio: ”L’ Alphabet Tovar”, fruto de la honda experimentación que propicia el desarrollo plástico de las letras del abecedario donde cada una alcanza una nueva naturaleza; en el terreno de la palabra y el dibujo llegó a explorar diferentes espacios como fueron la ilustración, la creación de libros de artista o la poesía automática. En 2017, Tovar quiso volver a ese asunto editando la serigrafía “Alphabet Tovar” que presentó personalmente en la Museo Fundación Eugenio Granell de Santiago de Compostela, institución que le despertaba agradables sentimientos; en sus espacios temporales expuso tres años antes una seleccionada parte de su obra en forma de antología de piezas históricas y cuya inauguración congregó a coleccionistas y amigos europeos y dominicanos. Por aquellos meses del verano de 2014 conocí a Tovar a través de la mano amiga del fotógrafo Luis Gabú generador de retratos emotivos y anímicos de profunda carga estética, realizados en el estudio del artista en Jarabacoa y en Compostela, también su asistente en importantes proyectos. De espíritu libre e indomable, Tovar, a lo largo de su trayectoria mostró su trabajo en relevantes museos de Europa y América; y ahora vuelve a tomar el pulso de la ciudad de incesante vida y se abre paso entre sus luminarias y sus gentes, proponiendo un encuentro poético, colectivo e insospechado que une lo bello con lo fortuito representados por la gran silla de ondulantes líneas y chispeante metal y el público que la descubre con asombro.